martes, 18 de septiembre de 2012

The agreement

Resaca. Para algunos un simple dolor de cabeza y para otros es el yin del yang de una noche pasional.

Ella estaba en mi cama, o mejor dicho, otra ella estaba en mi cama. Generalmente no me gusta que se quede a dormir nadie en el departamento porque creo que eso implica algo más que una relación física pero por alguna razón (culpo a la borrachera) no tuve ganas de bajar y abrirle la puerta para que se vaya. Miro la hora y me doy cuenta que tengo que juntarme con mi viejo, era hora de arreglar algunas cuestiones de fondo familiares; era hora de cambiar la forma de encarar las cosas.

Me siento frente a la pc y chequeo que efectivamente el documental de los "Poetas malditos" ya se había descargado mientras condiciono a mi suerte la expectativa de encontrar subtítulos que me puedan ayudar a entender el francés. Mientras me lavo los dientes siento unos brazos que rodean mi cintura, me había olvidado de ella.

"Me tengo que ir" fue básicamente lo que primó en la charla mientras me vestía rápidamente y comulgaba en promesas vanas de un pronto reencuentro. Por el momento mi tipo de vida no me da el lujo de relaciones fijas, nunca es bueno arrastrar en la vorágine de nuestros mambos al otro, mucho menos cuando no tenés tiempo para compensarlos.

Salimos a la calle, ella me da un beso sonoro y se despide. Ese beso me recuerda automáticamente otra razón por la cual no quiero que se queden a dormir, no traen cepillos de dientes encima. Mientras cruzaba la avenida me había puesto a pensar que le iba a decir al viejo para empezar a generar un impasse en nuestra guerra, tal vez tenìa que dejar que domine la conversación y meter eventuales bocadillos a la charla. Al menos el día era precioso y la amenaza de la primavera era un hecho, lástima que esta vez había salido primero el arco iris  antes de la tormenta.


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Estos últimos días de trabajo fueron un caos completamente desmedido y teniendo en cuenta que el caos era costumbre allí indicar lo desmedido era un punto de referencia vital.

La razón era simple, la gerencia estaba en búsqueda de limpieza de personal y como si fuera un partido arreglado; buscaba la mayor cantidad de infracciones de nosotros "los jugadores". Ante esta situación el sector de calidad o "backoffice" tenía la tarea de monitorear todo nuestro trabajo y buscar errores o en todo caso inventarlos.

Esto produjo que existieran muchas notas de descargo, donde le daban la oportunidad al empleado de que pueda defenderse o mejor dicho una forma de la gerencia de constatar que no había manera de que pudieran replicarles su "reprimenda".

Cada vez que esto sucedía, mis compañeros me pedían que les dicte la nota de descargo porque yo "sabía escribir bien". Sinceramente nunca entendí porque consideraban eso, teniendo en cuenta que jamás les mostré nada que  amerite esa idea y ni siquiera conocen el blog (por razones obvias, claro está).

Los descargos no eran simples ya que no tenían que ver con un acto inadecuado en el trabajo como vestimenta o comer fuera del comedor; en este caso se discutían cuestiones de servicios médicos que implicaban la vida de los asociados.

El ejemplo más redundante era la codificación de servicios, los evaluadores tenían la prejuiciosa tarea de  chequear porque habíamos mandado un código amarillo cuando correspondía que fuese un rojo. Por supuesto al igual que cualquier crítico que careciere de omnisciencia, podía llegar a dicha conclusión porque el paciente finalmente moría. En pocas palabras y usando una frase común en estos días "cualquiera puede opinar teniendo el diario del lunes".

Mientras le dictaba a un compañero que escribir en el descargo otro  se me acerca y me dice "Tenemos que reclamar un par de cosas al sindicato, estaría bueno que vayas vos ya que sabés hablar con la gente". No le respondo, miro a un costado y veo a otro compañero comiéndose un sandwich enorme de lomito. No puedo evitar verme la panza y pensar "Mierda, tengo que bajar de peso".


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No hay una forma amena de afrontar a un padre con el cual no tenés relación alguna. Generalmente cualquier tipo de conversación deriva a una discusión, sea por un saludo, hacerle  un favor o en el peor de los casos pedirle algo. El motivo de mi acercamiento a el ese día era para hacerle un pedido, pero a diferencia de lo que cualquiera pueda esperar el pedido era por su propio bien. Sería como el tipo que se compra un arma y uno le pide que la guarde en el lugar más recóndito e innacesible de la casa para que no se lastime. Aunque también admito que a la larga si mi pedido no fuese aceptado la situación a la que derive la negativa me terminaría perjudicando; no solo por cuestiones emotivas sino que también prácticas.

Ese día mi viejo estaba de buen humor, mi hermano ya se había ido del negocio y el se encontraba en el bar de la esquina mientras vigilaba la aparición de cualquier cliente para atenderlo lo más rápido posible dentro de esa comodidad de estar sentado en una mesa a la calle.

Cuando me ve sonríe, algo que sinceramente no me esperaba, no suele sonreír tan gratuitamente. Apenas lo estoy por saludar se levanta y me pide que me quede sentado en la mesita del bar mientras me dejaba el diario Clarín; parece que había un cliente y no me había percatado. Antes de ir a atenderlo me llega a decir que pida algo de comer para los dos, al parecer ya había especulado que algún día iba a pasar a verlo y tenía preparado el terreno.

Mientras el atendía al cliente decidí ponerme a leer el diario, algo que no hago hace al menos un poco más de un año casi desde que vivo solo. El Clarín desde su tapa ya empieza mal, el titular estaba lleno de supuestos y especulaciones; algo que un informativo debería evitar a toda costa a menos que busque generar opinión. Agarro la revista Viva y veo que su contenido adelgazó a la mitad de lo que estaba acostumbrado de ver, al parecer eran los días de vacas flacas de la corpo o asumían que su pelea con el gobierno había generado clientes fijos que consumirían esta basura solo por "contradecir a Cristina".

Llega el mesero y le digo mi pedido, cuando estoy por llamar a mi viejo para ver que quiere el empleado del bar me interrumpe diciéndome que ya sabía lo que el quería. Mi viejo termina de cerrar el negocio y se sienta conmigo, al parecer no le interesa saber el motivo de mi aparición o al menos no lo demuestra ya que lo primero que me pregunta es sobre lo que elegí para almorzar. Cuando le respondo que había decidido comer milanesas con papafritas se enoja y comienza su acalorado discurso sobre como podía ser tan imbécil de pedir ese tipo de comida en un bar ya que usan el peor corte de carne y "reciclan" el aceite.

Sin responderle miro al cielo y diviso varias nubes blancas, recuerdo que cuando era chico siempre que miraba una nube automáticamente le asignaba un objeto, persona o acción de los 2 primeros a su forma. Pero en ese momento solo veía cúmulos sin forma específica, me preguntaba si había perdido un poco de imaginación o inocencia por ello o simplemente era un augurio de la situación estresante que iba a vivir en unos momentos.


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El 90% de mi grupo de trabajo está afiliado al sindicato, los 2 o 3 restantes que no lo están empezaron el trámite de inscripción. Lamentablemente distinto es el porcentaje global de la empresa con respecto a afiliaciones, dudo que llegue al 10%.

Siempre es bueno anotarse al sindicato, podemos quejarnos sobre su flojo desempeño o del ínfimo 3% que se come de tu sueldo, pero nos recuerda que nos corresponde reclamar en concepto de cuestiones saliarales, valores de la hora o inclusive beneficios adicionales.

Hasta el momento mis compañeros y yo jamás hicimos reclamos al sindicato y después de estar tanto tiempo trabajando allí tal vez era hora de hacerlo. Un rato después de la pregunta que me había realizado uno de los pibes, dejé de hacerme el sordo y le dije que no había drama; que yo me hacía cargo de ir pero que anoten todas las dudas que tengan.

Probablemente ellos no quieran ir por un acto de comodidad o miedo, ambas cuestiones ya no son un problema para mi.

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"Esta presidenta es una chorra" o "este país no tiene solución" son una de las varias frases que nunca faltan en una comida con mi viejo, todas triviales a la hora de tratar de cuestiones que si estan afectando nuestra vida cotidiana. Pero prefería que el hable, que se entretenga y que se de cuenta que le estoy prestando atención; cuando termine su ciclíca parsimonia iba a meter la frase concisa que me llevaba a estar allí ese día.

- Hay que venderlo, papá

- Ya sé

Después de 17 años el negocio no da para más, mi viejo es un hombre octogenario que se levanta todos los días a las 4 de la madrugada por motivos lógicos y a la vez absurdos. La idea de mantener un lugar que a la larga no iba a tener interés de mantención por ningún miembro de mi familia era infructuosa.

Pero tenía que acentuar el pedido, tenía que usar una palabra que creo jamás en mi familia se utilizó. Me imagino mis antepasados españoles en diferentes épocas de la historia y tampoco concedo la idea de que la hayan utilizado en algún momento. No me imagino en la época de la colonización junto a Cortés que se haya usado esa palabra mientras masacraban a aborígenes. O tampoco la idea de que mi abuelo, mientras espacaba de Franco, la haya usado para poder venir a mi país.

-Se que sabés, pero necesito de tu cooperación, Tengo tu cooperación?

- Si, claro, no te preocupes.

No sabía si me estaba mintiendo pero me sentía conforme con su respuesta ya que eso produjo que pueda concertar otra reunión en unas semanas con el resto de mis hermanos y el.

Mi viejo se levanta y me saluda "voy a pagar la comida, esta vez invito yo, andate si querés". Accedí a medias ya que preferí esperarlo en vez de cumplir con su indirecta de que me vaya.

Después de 20 minutos de esperar lo vi salir y le sorprendió verme, esperé que se tomara un taxi, me colgué mis auriculares y volví a casa con una sonrisa que no tuve esfuerzo en dibujar en mi cara.

Mientras "Bomb the music industry" me decía que no quería salir de casa, me alegraba de no sentir lo mismo.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Real Eyes, Realize, Real Lies

Me quedó este post en borrador hace meses y no sé porque nunca lo puse, calculo que nos pasa a todos los escritores eso de "freezar" cosas que después terminan gustándote. En fin...


Era la manera de zafar, o tal vez de decirle algo a alguien que realmente no sentías solo para hacerlo sufrir o en su defecto hacerte querer. O también es la imagen que uno vende para atraer o por el simple hecho de llamar la atención.

Hay demasiados tipos de mentiras y seguramente ninguno estamos completamente exentos de ellas. Personalmente a mi me cuesta mucho mentir, inclusive por cortesía, debido a que siento que lo que uno dice a mucha gente le queda y por más buena o "blanca" sea la mentira solo estás manteniendo una burbuja que eventualmente se va a romper. Calculo que si tuviera que admitir algún tipo de mentira sería  aquella donde dije cosas para lastimar al otro, aquella que por medio de mi orgullo la perpetuó y me produjo perder personas importantes en mi vida.

Relacionándolo con la temática del blog, en el trabajo hubo un caso puntual que sin lugar a dudas va a quedar en la mente de cada uno de mis compañeros.

Fue en invierno de este año (en verdad me refería al 2011), una mujer llama desesperada porque su hija estaba sufriendo lo que parecía un ataque de pánico. Hasta ahí era algo de rutina, al atender el primer llamado le dije a la señora que se calme que se le iba a enviar un servicio normal. La mujer más calma le informa esto a su hija pero ella no responde de la mejor manera, aduce que tiene dolor de pecho fuerte y no podía respirar prácticamente. La señora entra en una crisis nerviosa y me empieza a gritar, a su vez se escuchaban los gritos de la chica lo cual me daba la pauta de que la dificultad respiratoria no era tal.

Pero al no haber contacto visual con el paciente, uno está obligado a enviar un servicio acorde a lo que solicitan, por más absurdo que suene. Por mi parte al enviar la ambulancia discutía con mis pares que no me parecía un riesgo de vida mientras ellos y el supervisor me discutían que sí; me estaba resultando tedioso llegar a ese tipo de discrepancia que se reduce a lo subjetivo así que decidí callarme.

La cuestión es el problema que se sucedió después, algo relativamente sorpresivo ya que nos llama la chica diciéndonos que su madre había perdido el conocimiento; era evidente que los nervios sobre el estado de su hija la hicieron entrar en un shock que la afectó clínicamente. Lo más curioso para todos (menos para mi) era que la chica se había recuperado totalmente con un nivel de estabilidad plena. Mientras uno de mis compañeros hacía el RCP se corta el llamado, cuando volvemos a llamar nos enteramos de que el marido de la mujer había llegado del trabajo y al ver la situación le agarró un paro.

Al final del día la chica, que probablemente tenía una leve crisis nerviosa, decidió mentir para llamar la atención e involuntariamente se quedó sin sus padres.

No existe un juicio de valores real sobre esto, no se le puede culpar realmente por la reacción de sus padres ante la teatralización de su malestar, pero la mentira arrastra responsabilidades que nos toca de una forma u otra.

No sé si la verdad nos hace más libres, no voy a caer en frases armadas al respecto, pero si estoy seguro que nos desvían de las decepciones. Por eso tal vez a la hora de mentir tal vez es mejor ser más humilde y aceptar la derrota, más maduro y hacerse cargo de las consecuencias.





 
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