viernes, 21 de febrero de 2014

El Luto, el amigo, la familia



Siempre supe forjar mi propio camino, pero más que nada estos últimos años;  donde supe armar un perfecto cerco emocional que decididamente iba a proteger mis metas. Mis problemas son míos y de nadie más, y las soluciones solo podrían venir de mi capacidad resolutiva; no quería ayuda externa ni la consideraba necesaria. Así y todo, nunca dejé de cumplir lo que consideré, de manera justa o no, las responsabilidades hacia mi familia.

Por eso aplacé mis vacaciones en el exterior y decidí llevar a mi vieja a la costa, su estado emocional lo ameritaba; y a mi sinceramente no me costaba nada esperar otro año más para viajar a un nuevo destino que alimentara mi ser.

Más allá de que el hecho de volver a la costa argentina (por décima novena vez) me resultaba tedioso, poder descansar al menos una semana me iba a recargar las pilas para encarar el nuevo ciclo que se avecinaba.

Pero ayer, mientras estábamos en el departamento de la costa, mi hermano me manda un mensaje de texto seco, cortante, que me deja paralizado.... "Murió Sparky".

Repito en voz alta lo que dice y le cuento a mi vieja. Ella entra en crisis y empieza a llorar, su hijo no reconocido había muerto. Lo primero que sentí es mucha culpa, traje a mi vieja para hacerla sentir mejor, pero la alejé de mi perro en su peor momento.

Lo primero que se me ocurrió preguntarle fue si se había despedido de él, lo repetí varias veces hasta que obtuve una respuesta positiva; después la abracé un largo rato, no podía flaquear. Decidí llevarla a comprar ropa, a comer y por último al cine; tenía que despejarse si o sí mientras no paraba de llorar. Por ella, ese día me convertí en creyente, en entretenedor... en todo lo que necesitase.

Al final del día ella estaba descargada, consolada; aproveché ese momento para ir a la playa de noche y estar solo. Mirando el cuarto menguante fijamente, me doy cuenta de que el cerco estalló y los pedazos estaban dispersos por toda la playa. Mientras los recogía, pude notar que había un pedazo que había cambiado, el mismo se había convertido en un recuerdo. El recuerdo describía un momento clave en mi relación con Sparky, cuando lo abracé y le dije "Sos MI perro" y pareciera que el me respondió "Si, y vos sos MI familia"

Gracias, Sparky, te ganaste el derecho de ser mi primer gran pérdida familiar. Siempre te voy a recordar.

 
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