jueves, 11 de octubre de 2012

Feeding the soul

Es como estar 1000 metros bajo el agua, ver como se escapan las burbujas de tu boca y tratar de juntarlas con la mano desesperadamente para poder seguir respirando. O como cuando te cruzás con la famosa pared invisible, aquella que por más que golpees y puedas ver lo que hay del otro lado te resulta imposible llegar.

Eso es el bloqueo de escritor, eso es lo que sentí hace unos días mientras trataba de fulminar un capítulo de mi tan mentado proyecto. La frustración se tradujo en palabras que derivaban a adverbios y tiempos incompatibles, redundancias y hasta horrores gramaticales que me estaban sacando de quicio.

Decidí aprovechar el trámite de llevar la ropa sucia a la casa de mis viejos para poder volver a las raíces. Volver a reencontrarme con los libros que me forjaron alguna vez, mucho antes de ser cooptado por la tecnología y convertirme en una ameba llena de desidia frente a cualquier creación artística.
No era un disfrute pleno visitar a mi familia, de hecho si pudiera daría mi reino en formato monoambiente por un puto lavarropas, pero ni siquiera el inmueble es mío para dicho ofrecimiento.

Cruzar el largo pasillo de la casa que separa la entrada y mi ex-hogar me produjo un nudo en el estómago. Recuerdo que no hace mucho mi perro me venía a saludar cada vez que realizaba las esporádicas visitas familiares. Corría torpemente hacía mi y me olía para reconocerme, para después dar el visto bueno moviendo la cola frenéticamente. Hoy siquiera se da cuenta que estoy y aunque sorpresivamente me sigue reconociendo, su cuerpo no responde a sus ganas de recibirme, es evidente que ya no le queda mucho tiempo.

Por suerte y por el contrario, mi vieja estaba muy bien de salud. Una muestra de ello, paradójicamente a la felicidad que me produce su bienestar, son sus saludos cínicos donde suele compararme con el hijo del vecino ya que es un emprededor porque tiene su negocio propio. El detalle que siempre se olvida mencionar es que sus padres le compraron y le consiguieron todos los menesteres posibles para tener dicho emprendimiento.

Después de los saludos pertinentes y con la gracia no premeditada de que justamente no estaba mi viejo, me metí en lo que solía ser mi pieza para buscar los libros. Al entrar me encuentro con muebles que habían quedado abnegados a un improvisado galpón que tienen en la terraza. Por encima de una desvencijada mesa de luz encuentro al menos 5 libros. Recuerdo con nostalgia de ese grupo a "Simbad el Marino" que lo habré leído a los 8 años y por el otro teniendo prácticamente el doble de edad "El libro de la risa y el olvido" de Milan Kundera. Ambos fueron vitales para entender ciertos aspectos de mi vida, el primero mi relación con la religión, el segundo mi relación con la política y esa frases tan cargadas de sentimientos que amagaban a un paroxismo constante.

Lamentablemente eso no fue suficiente, me di cuenta que releer cualquier libro, sea Asimov, Shakespeare, Cortázar o Lovecraft, no me iba a ayudar a expandir los horizontes; iba a tener que comprar libros nuevos. El problema es que ya tenía 2 libros nuevos y ninguno me despertó la imaginación pero que otra opción me quedaba?

***

No existe un trabajo que no esté emparentado con el arte que no promulgue la monotonía. Tengas un título universitario desde abogado o de ingeniería de informática, nadie está exento de trabajar decenas de horas semanales cumpliendo a rajatabla una dieta repetitiva e insulsa laboral.

Se imaginarán que en el caso de aquellos trabajos que no se requiere especialización previa (aunque sigo creyendo que no todos tiene madera para esto) como el de emergencias el tedio es mucho mayor. Acá no ponés en práctica lo que te mataste estudiando, en este caso solo te limitás a repetir lo que te dicen; sin mucha expectativa al respecto. 

Por eso a veces me asusta ver gente tan grande haciendo este trabajo, por eso me asusta haber vuelto a esto como si fuera un laberinto sin salida; el seguro que mantiene mi emancipación de manera más que vital.

Mi mejor amigo, recibido de diseñador gráfico, me lo hizo entender hace unos días 

- Ellos se creen tus dueños y nunca llegué a hacer lo que quise en este lugar

Después de 6 años trabajando en ese lugar, mi amigo decidió retomar los estudios; le pareció que la carrera de psicología era lo ideal. Si uds lo conocieran tanto como yo creerían que es el peor chiste mejor contado de la historia. Pero le hace feliz y lo banco.


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La entrada de los cines del Village Caballito es gigante. Ya de por sí quedarme esperando del lado de afuera del predio me resultaba incómodo porque estaba repleto de gente y como si fuera un agorafóbico en recuperación, solamente aguantaba el amontonamiento en los recitales.

Me fijo la hora en el celular y justo recibo un mensaje de ella que me decía "bancame media hora más, ya llego". Seguramente era una venganza de la cantidad de veces que yo había llegado tarde y me estaba pasando factura. Algo entendible tal vez si realmente fuéramos tan amigos o en su defecto algo más que una necesidad de saciar la lujuria de ambos.

Más allá de que odio esperar, la oportunidad de entrar a la librería del complejo me resultaba más que tentadora. La última vez que pasé por allí recuerdo haberle comprado a un compañero de trabajo un libro de autoayuda o algo así en favor de una medicación que supo regalarme y que era importante para mi ya que la neumonóloga me había indicado que la iba a tener que utilizar de por vida por haberme descuidado.

Siempre que entro a Cúspide recuerdo esas incontables horas de quedarme dando vueltas buscando libros o tomando algo en la cafetería mientras leía por arriba las biografías de personajes que me resultaban interesantes.

En este caso no había ni ganas ni tiempo que perder con eso, mi plan era comprarme 3 libros y ver de que manera alguno de ellos me podía generar esa apertura necesaria.

Me encuentro con un simpático libro en formato postal de Bukowski donde muestra su recorrido por el mundo. Estaba por llevarlo hasta que vi un libro aparejado en el fondo, única copia y visto desde un lugar que no resultaba atractivo para venderlo. Desconocía cual era el autor pero tanto el título como el género me atrapó. Para cargar un par de puntitos den la tarjeta también decidí llevarme "Las partículas elementales" de Michel Houellebecq. Ya había leído "Ampliación del campo de batalla" del mismo autor y me pareció una buena idea no perderme esta continuación discontinuada (valga la redundancia).

Cuando salgo del local, agarro el libro que me había atrapado en un principio y lo empiezo a devorar. Estaba tan ensimismado con el texto que no me di cuenta que nuevamente la hice esperar. Ella estaba pegada a la escalera mecánica que daba a las salas.  Sinceramente no recordaba que película íbamos a ver pero le ponía más expectativas a los avances, algo que últimamente en base al alicaído cine actual se convirtió en hábito.

Mientras nos sentamos en nuestras butacas amagué con sacar el libro pero ella me mordió la boca en señal de protesta. Calculo que podría esperar hasta mañana para empezar a leerlo.




***
En el trabajo nada cambió, el libro seguía siendo el centro de toda mi atención y hasta pedí a mis compañeros que me cubrieran en los llamados. No había necesidad de explicación, el libro simplemente estaba cumpliendo su cometido con creces. El aluvión de ideas caía mientras avanzaba página por página y sabía que antes de llegar a casa lo iba a terminar.

Una tormenta se desplazaba por la ciudad mientras me bajaba del colectivo. Sin sacarme el libro de encima pasaba por debajo de los toldos para poder afectar lo menos posible el encuadernado y las páginas. Pero no podía parar de leer, a esta altura las gotas que castigaban el papel no le quitaban legilibilidad al texto por lo cual no había una excusa clara para parar de leer.

Hasta que llegás a casa, te sacás la ropa mientras leés los últimos 4 párrafos y te emocionás. Te secás el cuerpo, te sentás en la pc y abrir uno de los tantísimos bloc de notas que conforman tu obra.

"Bienvenida.... imaginación"

1 comentario:

Anónimo dijo...

Terminaste el libro?

 
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