jueves, 15 de noviembre de 2012

No means no

Por qué siempre es más difícil decir un "no" que ser receptor de dicha palabra y simplemente aceptarla? Por qué decidimos adornar cualquier negativa a un pedido si al fin y al cabo la resolución es la misma?

Decir que "no" a un favor se convertiría en un efecto social pésimo si  no decidiéramos jerarquizar las palabras que acompañan al rechazo. Generalmente delante a un "no" le agregamos un "puedo", pero casi nunca un "quiero" porque es casi tan fatal como el "no" a secas. Algunos son tan cobardes que traicionan hasta a su propia lengua diciendo "tal vez" que sería como el efecto de cerrar una puerta sin traba para que eventualmente se pueda abrir de nuevo y repetir el pedido.

A la larga no entender que el otro te diga que no lo describe más a uno mismo que a él. Por lógica deductiva, los favores a la larga son de ambos lados y tu "no" en el pasado se convierte en el "no" del otro  a futuro; como un preludio de una vendetta.

Probablemente por esa razón no soy muy popular, siempre trato que mis "no" se sobreentiendan, es decir, apelo a el uso de razón del otro en vez de generar una explicación que justifica mi decisión.

Pero en el caso de mi familia siempre traicioné mi forma de ser. Ellos dan por descontado que estoy en las buenas como en las malas, aunque generalmente les interesa que esté en la última opción y solo en la primera cuando esta se torna en la opuesta. Es decir, quieren que sepa que hay algo bueno que se convirtió en algo malo y que requiere mi pronta e ineludible inmiscución para resolverlo.

Hace unos días decidí romper la regla y decirle a mi sollozante padre (en ese momento) "no". Su pedido era por demás descabellado y esta vez si esperaba que se sobreentienda que decir que no era con causa más que justa. Mi padre seguramente también hubiera hecho lo mismo en mi lugar y se mofaría si yo le hubiera hecho ese pedido, de eso no me cabe dudas.

El problema es que mi viejo fue el que puso la garantía para que la ex de mi hermano pueda alquilar un depto. El problema es que ella prácticamente nunca pagó el alquiler generando una deuda de 13 mil pesos que puso en riesgo aquel departamento en la costa que tantas felicidades le dio a mi padre.

Por esa razón mi viejo no dudó en pedirme esa suma como si fuera un vuelto, como si estuviera obligado a hacerlo aunque supiera de antemano que el tenía el dinero para eso. Mi "no" resonó varias veces antes de que cayera de cuentas que irónicamente me sentía culpable por no ayudar, pero sabía que, al igual que en otras ocasiones; los préstamos familiares son en verdad meros regalos y que sinceramente no tenía ganas de perder esa cantidad de dinero. Ni hablar si aceptaba, me iba a encontrar en la situación de que ante cualquier encuentro familiar, tener que reclamar al menos una ínfima parte de esa suma que se que no me iban a dar.

Al final mi viejo depositó el dinero y mi hermano, al parecer indemne ante este tipo de situaciones, jamás hizo nada para solucionarlo. Pero la culpa reflota aunque sepa que ellos siguen estando equivocados, aunque vea a mi hermano y tenga ganas de sacudirlo de esta situación absurda y pedirle que se haga cargo. Pero solo veo a un hombre apabullado y con pocas ganas de vivir. A veces me asusta que me pueda pasar eso, espero que esa instancia quede anulada hasta en mi subconsciente.

Al final del día me sentía el malo de la película, es desalmado que no da una mano a su familia. Pero solo basta un poco de memoria para sentirme un poco mejor.


***

A diferencia de los "no" individuales, si un grupo de gente dice "no" suena reivindicativo. Cuando un grupo de personas sale a protestar por una causa (lejos de ser altruista) como sucedió hace unos días en nuestro país, desde afuera se ve como un acto más que justificado.

En estos casos importa más a quien se le dice "no" más que el emisor per sé. El receptor suele ser una entidad o un representante de la misma o mismo alguien que suele tener cierto control hacia tu persona (padre, jefe, etc).

El "no" apabullante convive con la idea de que no puede haber otra opción y no debería de haberla, si así fuese simplemente seríamos víctimas de un abuso de algún tipo.

Por eso hace unos días, cuando la empresa intentaba que volviéramos a trabajar 12 horas en vez de las 10 que desempeñamos actualmente, el "no" resonó por todo el  edificio. Ese error garrafal de la empresa de tratar a gente adulta como chicos de 20 años les salió bastante mal.

Porque inclusive si uno de nosotros acepta bajo presión cualquier tipo de cambio, el grupo lo persuadiría para que se una al "no" con argumentos devastadores.

Y así es como las 10 horas siguieron siendo la dieta de nuestro régimen tanto absurdo como rutinario y aquel conflicto de las 2 horas gratis quedaron en el olvido.


Lástima que en mi mundo personal decir que no me sigue trayendo demasiados problemas.







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