jueves, 8 de enero de 2015

Los años y los mitos

El 2014 fue un año interesante ya que finalmente pude cumplir ciertas metas, que siempre dejaba para el mañana porque era lo suficientemente ingenuo de creer que el tiempo iba a ser  los suficientemente indulgente conmigo.

Por eso, cuando decidí viajar a EEUU para ver a mi hermano y finalmente tener el auspicioso re encuentro que supo hacerse esperar por casi 15 años, entendí que no existe tal cosa como el momento justo, simplemente todo sale.

Y así sucedió, que recién después de los 30 años, me subí por primera vez a un avión y decidí que el país del norte iba a volarme la cabeza en más de una forma. Lo que no me esperaba, es el modo en que esto iba a suceder. Porque, como a todos nos pasa, el ambiente en el que convivimos, nos brinda una idea prejuiciosa sobre el lugar que vamos a visitar, y esto, como todos sabemos, es directamente proporcional a la popularidad del lugar de destino.

En esta oportunidad, conocí 3 ciudades de EEUU. La primera fue Miami, lugar donde reside mi hermano por casi una década y media, su nicho.

De las 3, Miami es la que más encaja en la idea postal que se puede llegar a tener de un lugar tropical mezclado con un nivel de superficialidad, en algunos casos, extremo. Autos de alta gama, shoppings gigantescos, playas tan hermosas como las mujeres que las recorren. Pero también es un lugar relajado para la gente de avanzada edad o para personas sin grandes pretensiones. Un trabajo regular puede cubrir un alquiler mínimo y ciertas comodidades tecnológicas no menores. A mi me alcanzaba con poder ir a la playa a cualquier horario (el agua siempre está tibia) y poder tomarme una cerveza en paz mientras disfrutaba del mar.

Mi hermano, por el contrario, prefería disfrutar de los parabienes de los adminículos electrónicos, desde su departamento, con su gato y con sus vecinos cubanos. Por suerte para mi, el hecho de que lo visitara, hizo que se volviera un excelente guía turístico que no solo me ayudó a comprar toda la ropa que pudiera caber en dos maletas sino que organizó los viajes a los próximos dos destinos: Orlando y Nueva York.

Hablar sobre Orlando no tiene mucho sentido, por más que me encantó visitarlo. Es un enorme parque de diversiones donde uno puede saciar todo fetiche nerd que se le ocurra, con creces. Lo que me llamó la atención del estado de florida, fue la falta de opciones culturales a visitar (sacando el "Centro de artes escénicas de Adrienne Arsht").

El tercer viaje fue a la gran manzana, lugar que estaba ansioso por conocer. Todavía recuerdo como se me ponía la piel de gallina cuando iba viajando por el puente que nos iba a llevar Nueva York, la meca de mucha cultura fílmica que consumí durante toda mi vida.

Nueva York es la ciudad de las ciudades, no creo que vaya a encontrar otro lugar con edificios tan suntuosos que con solo tratar de visualizar el extremo de uno de ellos, podría producirte tortícolis. También es el microcentro argentino, multiplicado por 5, si agregamos la cantidad de turistas que pululan por las calles, mientras parecen poseídos por sus cámaras.

Los museos son increíbles, empezando por "El museo de Ciencias Naturales" (tardé 5 horas en recorrerlo) que se encuentra pegado al gigante "Central Park" y la gente es más amable de lo que creía. Más de una vez  me pararon en la calle para hacerme un comentario sobre una remera que estuve usando un día, siempre con una sonrisa. La cantidad de locales de comida rápida se contradecían a la forma de comer que vi de muchos norteamericanos. Me sorprendía ver que "Coca Cola" no era parte de su dieta diaria, pero si los jugos energizantes y el té helado. También notar que Mcdonald' s era el lugar más barato para comer y uno de los pocos lugares que te ofrecía wi-fi gratuito.

El último día en Nueva York, tuve dos importantes discusiones con mi hermano, mientras nos encontrábamos descansando en el hotel. La primera fue sobre el asesinato del muchacho afroamericano, producto de un evidente abuso policial. Para mi hermano el error fue del pibe, por no respetar la orden policial. Para mi una orden policial no valía la vida de nadie, menos si esta no ofrecía amenaza alguna al policía, ya que el muchacho solo estaba corriendo Lo interesante que noté en la poca gente norteamericana que conocí, es que los latinos y los afroamericanos se mueven la mayoría de las veces en grupo y en familia; mientras que los blancos se los nota más solitarios, con poco interés en conocer al otro. Es como si las razas tuvieran que moverse en grupo para no sentirse amenazadas por las autoridades que evidentemente beneficiaban a los blancos, pero tal vez es una especulación mía.

La segunda discusión, más nutritiva a mi gusto, nos llevó a interpretar una visión de la felicidad bastante polarizada, mientras para él, tener un trabajo que no te agrade es una buena opción si se junta dinero y se puede comprar cosas y viajar; para mi no se puede tener un trabajo que no nos guste o no nos desafíe, solo por el justificativo monetario. Supongo que por esa razón yo era el turista y mi hermano era el "ciudadano" y, aunque a mi hermano no le gustaba que no estuviese de acuerdo con él, a mi me daba exactamente lo mismo. La felicidad es tan relativa como los intentos de que perdure lo máximo posible.

Cuando volvimos finalmente a Miami, los últimos días fueron de relajación total. Extrañaba Buenos Aires, por más absurdo que sonara pero también sabía que iba a extrañar más a mi hermano que a este lugar, cuando no esté allí.

Llegó ese día y solo atiné a abrazarlo y decirle "La primera razón por la que estoy acá, sos vos". Espero que haya sido suficiente para él, ya que no había palabras que pudieran contener un agradecimiento adecuado.

A la vuelta, en Buenos Aires, tenía que empezar a programar una cirugía que iba a tener que realizar antes de fin de año, razón por la cual ahora me encuentro escribiendo estás palabras, mientras termino el reposo.

Y cuando me recupere, seguiré haciendo lo que más me gusta, al precio que cueste, porque mi prioridad hoy es hacer, sin importar adonde me lleve el camino 

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